miércoles 23 de marzo de 2011EL INDULTO - POR CARLOS FIDEL BORJAS DÍAZ - IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN DEL POEMARIO Y CD "MOTIVO DE TU SER"
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Pintura: María José García Barrientos
EL INDULTO
(homenaje a un toro cualquiera)
Autor: Carlos Fidel Borjas Díaz
Me niego al indulto concedido
¡Mátame! “para olvidar que estoy herido”.
Y se abrió la puerta grande o portón,
la cuadrilla salió elegante, jubilosa;
¡el respetable!, y qué respetable,
vibraba emocionado.
Mi sangre, mi sangre se helaba,
mientras yo reía hipócritamente,
pues mi cuerpo;
quería saltar en definitiva al ruedo aquel
convertido en el campo de mi suplicio.
¡Torero!, ¡torero!, ¡bravo torero!.... plap, plap, plap,
gritaban,
en espléndido vitoreo a mi verdugo,
el cual, saludaba orondo,
mientras capotes floridos, ondeaban al centro del coso,
afirmados en la arena,
los auxiliares de aquel torero, mi verdugo.
Trompetas estridentes hicieron la llamada
mientras mi sangre ya helada,
aun se resistía, indefensa,
a darle calor a mi cuerpo y mis pezuñas
ante la inquieta espera.
Se abrió, una vez más la puerta;
esta, fue la puerta del corral,
y alumbrado por mi destino,
corrí, hacia el centro del ruedo.
Yo, ¡hermoso toro de casta!,
apuntando mis astas al cielo,
mirando receloso, asustado y confundido,
poco a poco, el coso de mi suplicio,
como queriendo preguntarme… ¡qué hacer?;
clavadas mis pezuñas en el suelo,
arrastrando la arena caliente,
bajo el sol majestuoso,
silente testigo de mi agonía,
listo para mi acostumbrada embestida
en defensa absurda de mis carnes dolidas.
Hay de mí, toro compungido
toro hermoso que tú miras,
ay, que mi Dios me echó al olvido,
ay, que el vareador me clavó la estaca
y cinto al lomo,
para que mi sangre escape,
para que yo, con banderillas, ¡ocho¡,
que han llegado hasta mis nervios,
yo, pobre y bravío toro,
siento, que mi sangre hiede a cobardía;
más que a la misma muerte…¡a pura rabia!.
Corneta al aire,
muleta en mano firme y espada certera,
que requiere la faena…
empujan al torero a mi encuentro.
me quieren temblar las patas
pero yo no sé de miedo, ¡pero me tiembla la conciencia!.
Ole, ole, ole, el respetable,
mientras relucen bajo los rayos del sol,
el oro y las luces del traje
de aquel que llaman torero,
que pedirá permiso al tendido aquel,
en donde se encuentran ¿las autoridades?
que le concederán mis orejas.
Estridentes una vez más las trompetas,
y la banda que interpreta
un pasodoble sentido.
No doblego el empuje a mi defensa
y hasta parece que mi cuerpo danzara
con el dolor y agonía a cuestas,
desangrado, sudoroso,
defendiendo con bravura mi vida,
mi cuerpo… mientras miro fijamente,
la sombra de eso que llaman espada,
la que mi instinto esquiva.
El público respetable, ya de pie…
¡indulto!, ¡indulto!, ¡indulto!,
pañuelos blancos, aplausos, plap, plap, plap……
y, aquel llamado torero… mi verdugo cruel,
indulto pide y concede,
mientras que cuadrado yo en la arena,
arrastrando mis pezuñas, lentamente,
camino hacia mis adentros,
con los ojos nublados por el llanto
llanto que me ha causado la arena.
Dolorido, doblegado, tímido y de rabia,
quedamente cerca,
muy cerca del torero, mi verdugo;
le digo: ¡tú!... que me has maltrecho,
me niego al indulto concedido…
¡mátame, para olvidar que estoy herido!.
Venezuela, 08 de noviembre de 1993
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